27 octubre, 2025

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Yellow Days: canciones para horas distópicas

Yellow Days entra al zoom con la cámara de su teléfono apagada, por lo que su voz se vuelve protagonista. Sorprenden su profundidad, su textura áspera y su nasalidad. Todo eso le da forma a un grosor expresivo similar al de un afrodescendiente. Pero no: George van den Broek, el nombre detrás del alter ego, es rubio y tiene la piel pálida, al punto de que en algunas fotos parece albino. Sin embargo, el cantante y compositor inglés de 26 años le supo sacar provecho a la dualidad para hacer una música cautivante: bien negra, emocional, entradora y sorprendentemente psicodélica. Pese a que ostenta una trayectoria tan prolífica como breve, no tiene parangón. Ni tampoco existe alguien que ponga a dialogar sus influencias de la manera en que él lo hace. Por cierto, cero nepo baby. Y es que se hizo de abajo, desde muy chico.

Este sábado debuta en Buenos Aires, en la sala Niceto Club (Niceto Vega 5510), a las 20 hs, y, más que emocionado, está sorprendido de lo lejos que puede viajar la música. “Es una de esas cosas que te obliga a sentirte humilde como músico”, afirma el mancuniano, quien atiende a este mano a mano desde su hogar en el Este de Londres. “No puedo estar más que atónito. Entiendo lo que me está pasando, pero no me parece real, por más que ya llevo un tiempo en esto. Soy de esas personas que no llegan a comprender del todo lo que sucede con la música. Siempre que alguien me dice lo mucho que le emocionan mis canciones, no dejo de sorprenderme. Aunque me asustan la admiración y el amor que me muestra la gente, no me gustaría hastiarme nunca de hacer lo que hago”.

Publicado en abril de 2024, Hotel Heaven es el disco que está presentando en vivo en este momento, y que le significó su consagración a partir de un crossover que sintetiza la estética lo-fi de Tame Impala con el funk elástico de Sly Stone. Esa fusión, según él mismo ha reconocido, le recordó a Prince. “Eso no fue consciente, sino más bien una feliz casualidad”, advierte. “Fue totalmente autoproducido e interpretado íntegramente por mí. No hay otros músicos involucrados, y lo hice en un estudio casero que me armé en mi departamento. Fueron muchas noches sin dormir. La ventaja de trabajar desde casa es que podés sentarte en ropa interior, beber vino, fumar un cigarrillo tras otro y tener buenas bases a las dos de la mañana. Me divirtió mucho disfrutar de mi soledad, me generó muchas ideas locas”.

Ese ambiente que describe Van den Broek decantó en un trabajo conceptual que gira en torno a lo celestial, con un hotel erigido en medio de un mundo postapocalíptico. Esta idea se encuentra inspirada en las conversaciones sobre el viaje de Elon Musk a Marte. “Ésta es una época donde el idealismo, los multimillonarios y la cultura pop son una locura. Entonces, para cantar acerca de la interminable rareza en la que vivimos, concebí un personaje que entra en un mundo conceptual que construí. Aclaro esto porque no me gusta escribir sobre música que no se base en lo personal”, dice. “Creé un futuro distópico basado en los acontecimientos actuales, lo que me dio mucha tela para cortar (meses después de la salida de Hotel Heaven, apareció una versión extendida del álbum). Me gustaría que Elon Musk supiera que me sirvió de inspiración”.

A pesar de que el surrealismo pareciera estar ganándole la pulseada a la sustantividad, el relato del álbum demuestra una vez la afinidad del artista con su época. Tal como lo evidenció en la trilogía discográfica que le precedió (conformada por Inner Peace, Slow Dance & Romance y Apple Pie), grabada durante el confinamiento, a manera de vía de escape. De todas formas, Yellow Days explica que su intención nunca fue la de bajar una línea política. “Me gusta guardarme mis opiniones”, enfatiza. “Pero soy humano, veo cosas horribles sucediendo y me siento mal. Como lo que pasa en Palestina. No creo en la guerra ni en nada parecido, mi perspectiva es la de un pacifista, por más que parezca una visión bastante sencilla. Como músico, lo que más me interesa es intentar alegrar a la gente”.

No obstante, en tu país los músicos temen cada vez más manifestar sus ideas por miedo a ser castigados por la industria o por la justicia. A Mo Chara, integrante de la banda irlandesa de rap Kneecap, la fiscalía británica lo acusó de terrorista por ondear una bandera de Hezbolá en un recital suyo en 2023.

-Admiro a la gente que es abierta con sus opiniones. Lo que está pasando sobre eso que decís es muy extraño y complicado. Creo que es razonable apoyar a Palestina, y que tachen a alguien de terrorista por hacerlo es una locura. Es perfectamente legítimo, desde cierto punto de vista. Cualquier gobierno que censure la libertad de expresión es aborrecible. Estoy muy atento a lo que está pasando, y me parece que ésta es una época muy turbulenta.

Al momento de argumentar qué le atrajo de la música negra para dedicarse a reivindicarla, el cantante y compositor revela: “Supongo que es su humanidad, lo pura que se siente. Las canciones de amor están llenas de amor, y las canciones tristes son muy tristes. Si la comparás con ese pop mainstream, te darás cuenta de que son dos mundos completamente diferentes”, reflexiona. “Cuando se habla de blues, de soul o de jazz, es algo que sale del corazón. En ese sentido, y como dijo John Lennon, mi trabajo es representar la autenticidad y la fuerza del sentimiento de una manera que todos puedan disfrutar. Mi madre siempre decía ‘Escribí desde el corazón y tratá de ponerte en mis zapatos cuando cantás’. Cada vez que me lo repetía, era como un puñetazo en el estómago”.

Entre sus dioses olímpicos están el inmenso Ray Charles y el alucinante Thundercat (de reciente paso por la capital argentina), abriendo así el espectro generacional. Aunque en su fe también caben otras deidades negras, como Sam Cooke, Al Green y Tyler, the Creator; al igual que divinidades oníricas de la calaña de Pink Floyd y Mac DeMarco. “Si bien tengo un gusto increíblemente amplio, todas esas influencias reflejan bien lo que significa haber crecido escuchando música en Inglaterra”, apunta. “Ellos representan la razón por la que quise ser músico de niño y por la que a los 15 años me convertí en compositor. Como además tienen una personalidad muy fuerte, me causaron una gran impresión sobre las formas alternativas de ser un hombre. Viven la vida como quieren y la música es parte de eso”.

No hay duda de que Van den Broek es asimismo un atleta de la música. No sólo por su copiosidad, sino también por su disciplina. Al tiempo que disfruta de las dos ediciones de Hotel Heaven, corolario de una discografía que comenzó en 2016 con Harmless Melodies, este año lanzó varios singles, que tienen en “Summer Heat” al más reciente (salió el 12 de septiembre). “Tengo demasiadas canciones e ideas, y la gente que trabaja conmigo lo encuentra frustrante. Hay tanta música que algunos quieren escuchar solo una parte, y luego termino publicando lo contrario”, se sincera. “No soy un artista disciplinado. Si lo fuera, no sería tan impulsivo. Soy disciplinado en la producción, lo que pasa es que no sé cómo administrar tanta inspiración. Pero me considero loco y desorganizado”. 

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