
LA NOCHE SIN MÍ 7 puntos
(Argentina, 2025)
Dirección: Maria Laura Berch y Laura Chiabrando.
Guion: Laura Chiabrando.
Duración: 68 minutos.
Intérpretes: Natalia Oreiro, Pablo Cura, Matilde Creimer Chiabrando, Teo Inama Chiabrando.
Estreno en salas de cine.
Construida como una película de suspenso, donde la tensión y los problemas aumentan con el correr de los minutos, la ópera prima de las realizadoras Maria Laura Berch y Laura Chiabrando no incluye sin embargo robos sofisticados ni secuestros o bombas a punto de estallar. Por el contrario, todos y cada uno de los elementos que componen la estructura narrativa de La noche sin mí son absolutamente cotidianos, triviales incluso, y cualquier espectador puede sentirse identificado en más de un momento con la escueta trama, que avanza a toda velocidad durante 68 minutos. El debut de Chiabrando y Berch (una de las más reconocidas directoras de casting del país; entre sus últimos trabajos se cuentan Las corrientes, de Milagros Mumenthaler, La sociedad de la nieve y la serie El eternauta) demuestra por enésima vez la enorme capacidad actoral de Natalia Oreiro, en un film que la tiene prácticamente en todos sus planos, como una madre de familia que pasa la que probablemente sea la peor noche de su vida.
El arranque es directo y sin vueltas: afuera llueve y dentro del auto Eva saca del envoltorio un test de embarazo, orina con dificultad y se agarra la cabeza cuando el resultado es el temido. Atrás duerme su hija, de unos once o doce años, y en casa la esperan el marido y su hijo mayor, ya adolescente. A poco de entrar al pequeño garaje se escucha un fuerte maullido. ¿Acaso Eva atropelló sin querer a la gata de la familia? En diez minutos La noche sin mí ya estableció el tono nervioso que no abandonará hasta el epílogo, unas pocas horas nocturnas que incluyen una cena familiar, la preparación de la torta para un sobrino cumpleañero, el llamado con reproches de la madre de la protagonista y otros detalles y anécdotas que suman tensión y, por momentos, desesperación. La procesión va por dentro y ni siquiera una ducha caliente es capaz de calmar la inestabilidad generada por la noticia del embarazo. A partir de ese momento todo estará tamizado por el punto de vista hipersensibilizado de Eva.
La cena transcurre como suele ocurrir en la mesa de cualquier familia un día de semana cualquiera, con los celulares invadiendo la charla y la dispersión individual como norma. El golpeteo de una pelotita en la mesa genera crispación y el uso de las manos para comer dispara enojos (la historia no lo explicita, pero la hija menor muestra síntomas de algún trastorno del neurodesarrollo). Quien parece un tanto ajeno a todo es el padre, obsesionado con practicar unos temas en la guitarra ante la inminencia de un pequeño recital. Eva trabaja afuera de casa y dentro de ella, y aunque es el hombre quien cocina el resto de las actividades (ayudar a la niña a estudiar, hacer la torta, ocuparse de los remedios de los abuelos, preparar mochilas y viandas) recae sobre ella. En varios momentos parece a punto de estallar: un simple huevo roto antes de tiempo, con la yema escurriéndose por los dedos, conjura las lágrimas.
Berch y Chiabrando suben gradualmente, desde la puesta en escena y la mezcla de sonido, el enrarecimiento del clima narrativo, como si la sensibilidad alterada de la protagonista fuera empapando cada vez más la pantalla y los parlantes. La noche sin mí no es una película de terror, pero por momentos pareciera serlo, como una pesadilla sin fin a la vista. Las peleas de los hermanos, las demandas constantes al grito de “Maaaaa”, las sospechas de Eva que la llevan a revisar en secreto del celular de su marido, la obligación autoimpuesta de cocinar y adornar la torta. Cuestiones de apariencia menor que, sin embargo, revelan círculos concéntricos de un infierno personal. El único momento realmente tenebroso llega casi hacia el final, durante una escena y un acontecimiento tal vez demasiado agresivo (¿quizás innecesario?) para con la protagonista y el relato en sí mismo. Cuando el sol vuelve a salir nada ha cambiado, aunque las sombras de la noche hayan desaparecido. Será cuestión de ver cómo sigue el día.
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